Recuerdo el día de nuestra boda, no especialmente por los buenos momentos que vivimos, que son otra historia, sino porque ahí empecé a soñar con el momento en que le diéramos un hermanito a nuestro niño, que llenara aún más de alegría y de energía nuestro hogar. Pero, claro, Xavi aún tenía seis meses, acabábamos de cambiar de ciudad y nuestras posibilidades eran limitadas. No era el momento, pero ¿cuándo lo es?
Decidimos esperar a tener nuestra propia casa, pero el trabajo empezó a fallar y era imposible plantearse nada más allá de pagar los recibos y acabar el mes de forma digna. Fueron meses de muchas emociones, de una cuerda floja tras otra y una necesidad absoluta de proteger a nuestro hijo de la situación. Afortunadamente, nunca tuvo que echar en falta nada, nos dedicamos en cuerpo y alma a que eso no ocurriera, aunque a veces fue difícil sonreir ante el caos que se nos venía encima.
Un tiempo después, llegó la ansiada casa. Al fin teníamos un hogar por transformar, unos trabajos que nos daban cierta estabilidad y un volver a empezar que sabía a gloria. Aquel verano entramos en la casa de nuestros sueños, con sus reformas y sus sorpresas, pero con el techo que necesitábamos y kilos de amor para encarar la nueva etapa.
Sin embargo, quedaba un obstáculo antes de buscar el embarazo, que era posicionarme en el trabajo para no encontrarme en la calle por ese motivo. Fueron meses intensos, de reformas, de soplarle a los meses para que volaran y llegara la fecha que nos habíamos propuesto: abril de 2007. Cómo recuerdo esos momentos de antes de dormirme, con la luz apagada y las imágenes soñadas en el cielo de mi mente: esa mano posada sobre el vientre, las dos rayitas pintadas en el test, la reacción de Xavi, el parto... Qué ingenua! como si fuera tan fácil, como si fueran llegar y besar el santo...
En el mes de marzo, decidimos contratar un seguro privado con la esperanza de llevar un control de mayor calidad en el embarazo. En otra ocasión contaré cómo fue el primer embarazo, que menuda odisea. Dado que el período de carencia que me exigían en Adeslas era de 10 meses, con esperar un mes para la búsqueda era suficiente. Ahora no me explico cómo pude sufrir tanto por si venía antes y no me cubrían el parto, pero es que cuando una desea, desea a lo grande, a cortísimo plazo y sin pensar en complicaciones.
Pues bien, llegó el mes de abril, la última "regla consentida", como me dio por llamarla. Sabía que esa fecha no la olvidaría jamás, como nunca olvidaré el 31 de julio por el primer embarazo. Y vaya que no la olvidaré, pero por otros motivos, dado que en mi mente es la fecha a partir de la cual cuento este período de ansiedad y altibajos que ha supuesto mi segunda búsqueda. Quizás hoy puedo decir que he superado la etapa de llanto descontrolado y de desesperación ante la temida posibilidad de no lograr nunca mi objetivo, pero es sólo un "quizás" que quién sabe si mañana se convierte en un "ciertamente" o, nunca se sabe, en un "ya no".
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