jueves, 22 de abril de 2010

22 de abril de 2010

Cuántos días sin contar nada! no será porque no ha pasado nada...

Empiezo por contar que tuve un microaborto, que lo pasé mal, pero no tanto como pensaba. Supongo que hace tan poco de "la gran pérdida" que lo he minimizado. O es que cuando escribo quiero transmitir paz donde no la hay. No sé, pero cuando me leo y trato de imaginar que es otra persona, a veces siento como si fuera fría, demasiado dura e insensible. Me da un poco de rabia, porque no es así como lo siento. Lo cierto es que dentro de mi presentía que no iba a ir bien y eso me ha ayudado a digerirlo.

Finalmente, me decidí por comenzar el tratamiento con Omifín de nuevo. No porque sienta la desesperación de antes por embarazarme, sino porque veo que seguramente sea lo mejor para mirar hacia adelante. Me hace relativa ilusión, porque por un lado es un sueño tan hermoso..., pero por otro lado, me da tanto miedo exponerme que no dejo de pensar en el momento en que vuelva a sentir la más mínima molestia. Es eso estar preparada? No lo sé, sinceramente, pero entonces no sé cuándo dejaré de sentirme así para reanudar mi vida en todos los sentidos.

Así que nos hemos lanzado y ya he ovulado. Contra todo pronóstico, este ciclo ha sido normal, como si nada hubiera sucedido. Ahora la suerte está echada y quedan dos semanas por delante de intentar no pensar y de tomarme la progesterona por si acaso. Fe? la justa, para qué engañarnos. No tengo ganas de pasarme los ciclos como en una ruleta, girando alrededor de un mismo eje. Eso no fue vida y no quiero que vuelvan a pasar los meses sin que haya hecho nada más que pensar en ver un positivo. Tengo seis oportunidades con Omifín, si no lo consigo así, ya pensaremos lo que hacer, pero no antes. Quiero hacer más cosas y darle a Xavi una estabilidad emocional, no una madre que cambie de humor según el color de una tira reactiva.

No puedo dejar de pensar en Joel y desear que allá donde esté nos ilumine y encontremos el camino hacia la felicidad.

martes, 6 de abril de 2010

6 de abril de 2010

Sinceramente, no sé muy bien cómo empezar, ni tan siquiera lo que voy a escribir. Pero eso sí, siento que lo necesito, aunque no tenga demasiado sentido.

Estoy decepcionada, porque realmente pensaba que el cielo tenía una deuda conmigo y que en esta ocasión me la iba a pagar. No pensaba de ninguna forma que eso me resarciera de lo ocurrido, porque a mi hijo nada ni nadie me lo va a devolver ya. Sin embargo, el hecho de recuperar mi sueño era una forma de volverme a reconciliar con la naturaleza, una forma de creer de nuevo en una justicia, fuere como fuere.

Y aquí estoy, con la moral por los suelos, sangrando muchísimo y con la incertidumbre de lo que haré a partir de ahora.

El médico me ha dicho que ha sido un aborto ovular, lo que la mayoría entendemos por un microaborto o aborto químico. En esta ocasión ha estado muy cerca de la semana 5 de embarazo, que es el límite a partir del cual se le considera un aborto convencional. Según él, no tengo que hacer absolutamente nada y, si quiero, puedo seguir con la búsqueda. No obstante, me ha advertido de que este próximo ciclo puede ser irregular y que no tengo muchas posibilidades de lograrlo.

Qué voy a hacer?? ni idea. No tengo ganas de pensarlo hoy. David se ha venido un poco abajo al verme a mi tan abatida. Me he llegado a plantear si no sería mejor dejarlo ya y empezar a ser feliz con lo que tengo. La resignación nunca ha sido mi consigna, pero llega un momento en que parece la mejor opción.

Merece la pena seguir luchando por una meta que se mueve y se aleja tan a menudo? Ojalá tuviera la respuesta, ojalá mañana me despierte con la misma decisión que siempre he mostrado ante las adversidades, ojalá desaparezcan las nubes negras del horizonte y pueda sonreir de nuevo.

lunes, 5 de abril de 2010

5 de abril de 2010

Se acabó, de nuevo a empezar...

Hace un rato, tras unos días de pequeñas manchitas al limpiarme, he empezado a manchar de regla. La diferencia es que me duele, física y emocionalmente. Ya era lo que faltaba: un microaborto.

No tengo muchas ganas de hablar, ni de escribir, ni de absolutamente nada. Me da la sensación de que nunca va a salir el sol. No puedo evitar sentirme mal cuando veo la cara de desilusión de David. Necesito hacerle feliz de una vez. Es tan bueno, tan especial, que no merece sufrir tanto.

Por mi parte, después de la marcha de Joel, es difícil comparar cualquier otra situación. Me siento peor por mi gente que por mi misma. Odio sentir fuerza en este momento, cuando lo único que quiero es dejarme caer y dejar de desear algo que no parece ser para mi.

viernes, 2 de abril de 2010

2 de abril de 2010

Después de darle muchas vueltas al tema y arrepentirme un millón de veces tras escribir, he decidido hacerlo. En esta vida no se puede huir y, el solo hecho de intentarlo, nos hace infelices a la larga.

No sé si vengo a pedirte perdón, a darte las gracias o, simplemente, a desahogarme. Sí, mi niño, de nuevo hemos visto el positivo en un test de embarazo. Si somos felices? es difícil definir este sentimiento, porque ya no somos los mismos, ni la situación es la misma. Pero puedo decir que a ratos es una sensación agradable y tierna que me recuerda a ti y en otras ocasiones me invade el miedo y la desesperación. Los recuerdos de lo acontecido están muy frescos en mi mente y, aunque siento una fuerza enorme, las voces interiores me hablan de lo malo.

Ha sido realmente una sorpresa. El martes 30 de marzo habíamos estado en la consulta de Enrique Lebrero y me había dicho que todo estaba perfecto y que adelante. Es más, me recetó Omifín para ir sobre seguro (esta vez una sola pastilla) y progesterona para reforzar mi fase lutea, que es apenas de 11 días. Salí contenta, pensando que en nada podríamos empezar a buscar. Sin embargo, estando ya sola por la tarde, tuve el presentimiento de que estaba embarazada. Y me hice un test. El positivo se hizo esperar un poco, pero es que ni siquiera era mi día de regla.

Esta vez no salté de alegría, ni me puse nerviosa... Lloré, por ti, porque sentí que pudieras pensar que es una forma de olvidarte o de sustituirte. Eso no ocurrirá jamás, porque lo que pasó aquel 21 de octubre fue lo más doloroso de toda mi vida y tu imagen siempre vivirá en mi.

Papá se emocionó tanto... Vi la felicidad en su rostro y me sentí orgullosa de ser yo quien se la daba. No dejábamos de decir que era una regalo que nos hacías desde el cielo. Es bonito pensar así. Yo a cambio te regalo un amor para siempre, hijo mío.

Desgraciadamente, no siempre las cosas que uno se merece salen bien. Las pocas personas que saben que estoy embarazada nos dicen que lo merecemos, que ya está bien de que nos salgan las cosas mal... Pero lo cierto es que siento como si no funcionara, como si fuera a perderlo. Apenas un hilillo de sangre ha sido capaz de empañar este momento.

Ahora no quiero desear, ni pensar, ni tan siquiera sentir. Me gustaria desconectarme por unos días y saber de una vez que todo va a ir bien o mal. Lo asumiré, sea cual sea la sentencia. Y lucharé, como siempre lo he hecho, por nuestro sueño.