Acabo de llegar de mi cita con la psicóloga y creo que es el mejor momento de contar todo aquello que he sentido y que pienso, para que cuando lo relea o le pueda servir a alguien de ayuda, sea lo más aproximado a la realidad.
Esa vez no ha dejado entrar a David y creo sinceramente que ha sido un acierto, porque mi instinto de protección hacia él y hacia los míos hace que me bloquee y que las sesiones no me sirvan de nada.
Ella cree que tengo los suficientes recursos para salir de esta, cosa que todos parecen pensar menos yo, claro. Sin embargo, es necesario que esté preparada para dejar que eso ocurra. El respeto y el sentimiento de abandono siguen latiendo muy fuerte en mi y hacen que cualquier sensación de bienestar se convierta en un ataque de culpabilidad. Esto sumado a la etapa de rabia y enfado tremendo con el mundo en general, conmigo misma y con el mismo destino, hace que tenga rachas de altibajos tremendas y que parezca imposible remontar.
Aparte de lo que me ha dicho mi psicóloga, es cierto que siento un intenso luto y que nada parece satisfacer mi ánsia de darte algo, ya que mi vida no pude. Pero me quedo con la idea de que siempre estarás en mi, porque he sido tu único hogar en este mundo loco y lleno de injusticias. Si algo malo te aguardaba, me alegro de ser yo el único recuerdo que tengas allá donde estés de esta vida que, aparentemente, tan frágil puede llegar a ser.
Sigo contigo, vida mía.
miércoles, 30 de diciembre de 2009
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